domingo, 16 de mayo de 2010

Una trampa del tiempo

Hoy fue una tarde lluviosa aquí en la capital, el día estuvo opaco, nublado, me embargo la nostalgia y me recordó mi ciudad natal y mi hogar. La casa donde crecí esta situada justamente en medio de 2 barriadas populares, es grande y tiene un balcón como de 3 metros y medio de largo desde donde se puede ver la llegada de los visitantes a San Cristóbal desde Capacho o Cúcuta, también hay una ventana con un marco de aluminio y vidrios "polarizados" que casi siempre se encuentra abierta, cerca de las 8 de la mañana el sol comienza a ser intenso y se torna imposible estar allí por mas de 5 minutos, la casa es de 2 pisos, el primero tiene un portón ancho que desde que tengo uso de razón ha sido azul y al lado una cuadrada y pesada ventana de acero, adentro, tenia una ancha cortina que en las madrugadas ondeaba de forma aterradora y más de una vez producto del efecto de la luz, las sombras y el viento, veía una persona que apostada desde afuera, miraba fijamente hacia adentro como queriendo espantarme.

Recuerdo que mis obligaciones estudiantiles comenzaban desde muy temprano, antes de irnos para la escuela y ya uniformados, mi hermano y Yo jugábamos baloncesto, pero nuestro balón no era mas que una pelota de goma del tamaño de una de tenis, suficiente para "encesterla" en el dintel de la ventana que funcionaba como el aro aunque rectangular, las reglas eran las mismas, la mayor de las emociones era cuando lográbamos hacer un tiro acertado de distancia o cuando alguno lograba hacer un emocionante clavada, así fue como nació mi gusto por ese deporte. Ya camino a clases, una vez llegábamos, rezar el padre nuestro y cantar el himno nacional en formación en la cancha de futbolito era el preámbulo de lo que seria una larga jornada, puntualmente interrumpida por la hora de comedor y la llegada de los cartoncitos de leche, otras veces las marchas, huelgas y protestas de los liceistas cercanos alertaba a los profesores para enviarnos a casa, en alguna oportunidad las bombas lacrimógenas llegaron hasta las aulas y la desesperación se impuso tanto en docentes como en nosotros.

Los domingos eran días muy especiales, bien temprano eran muy fríos, a veces lluviosos, como a eso de las 9 de la mañana siempre mi mamá tenia listo el café y el chocolate o agua-panela caliente, las arepas en el budare listas para todos los comenzales y casi sin falta la tradicional pizca andina, todos los televisores estaban ya ocupados y compartíamos aunque no nos gustara la misma programación, cuando el día era soleado y bien entrada la mañana salíamos camino al río, a la modesta finca de mi Tía Nuvia o de visita donde algún amigo de la familia y regresabamos bien entrada la noche para prepararnos para el siguiente día.

Así fueron aquellos días felices, ahora mi casa me mira desde San Cristóbal y a veces la nostalgia me reclama regresar, originalmente quería escribir sobre mi hermano pero sin querer pisé una trampa del tiempo y cuando quise volver era ya demasiado tarde.

3 comentarios:

m0000g dijo...

Will que lindo tu post!.. me encantó.. más cuando me identifico un poco con la nostalgia de nuestra tierra... el solo leer agua panela caliente y domingo en un párrafo dibujó una sonrisa en mi rostro.

Wilmer Jaramillo M. dijo...

Sabes, compre chocolate Corona y este fin de semana probablemente me haga un desayuno bien pepiado como buen gocho :D

Alexander Moreno Delgado dijo...

Si tuve que convencerlo para comprar la barra de chocolate, pero salio corriendo a escondidas cuando se fue a comprar los lentes, este gocho quien lo entiende